Well-ordering (XLIII)

Si nos preguntamos qué es lo que nos obliga, posiblemente nos responderíamos que muchas cosas; y pensaríamos, si fuese el caso, que la mayoría de esas cosas, por cierto que serían de origen ajeno a nuestra propia voluntad. Y esta no sería una respuesta demasiado extraña. No obstante, si ahora nos preguntáramos qué nos obligará cuando podamos hacer lo que queramos, nos extrañaríamos si no respondiésemos a favor de nuestra propia voluntad; valdría decir que, si se pudiese, haríamos lo que quisiéramos. Al fin y al cabo, ¿no diríamos que todos obramos en primera instancia según nos da? ¿Cómo verlo de otra forma? Sostengamos por ello, una nueva cuestión: ¿qué conjunto de cosas son esas que hacen fuerza contra nuestra propia voluntad?

Entendamos antes, y en primer lugar, ese hecho que antes hemos colocado como nuestra primera instancia, y que no es otro que el actuar conforme a nuestra propia dirección. Se trata simplemente de reconocer que nadie, si no se ve forzado, escapa de sí mismo. Así, igual que la primera vez nos hubimos respondido que nos obligaban muchas cosas (ajenas), también habremos de reconocer que, bien pensado, cada uno siempre busca hacer (o de hecho lo hace) lo que quiere.

Pero, como se dice, así como parece insalvable este primer abismo de la propia voluntad, también nos encontramos con una ineludible atmósfera donde todo un mundo de cosas ajenas está empujándonos a actuar. Y preguntémonoslo, porque ¿quién está detrás de esta funesta tela?

Hablando como aquí se está haciendo, hay algo que se crece con prisa en este razonamiento. Y es que, si todo lo que pasa ante los ojos, ocurre necesariamente, o sea, que pasa como si las cosas estuviesen encadenadas unas con otras, habría que concluir que nadie, sea cuando fuere, es ni será libre de nada. Esta cuestión podría parecer sólo especulativa, pero tira una persistente resaca contra nuestra aludida primera instancia: mas no así contra ese otro mundo de fuerzas ajenas, que, así visto, se impondría más bien como un destemplado oleaje. Diríamos que, al calor de la mera especulación, esa tela se hace, si aún cabe, más maciza y más funesta. Y preguntémonoslo, ¿somos o no somos libres?

Comentarios

Entradas populares