Well-ordering (XLI)

Pero cuando alguien nos dice lo que debemos hacer, también aparece el problema.

Resulta (según ciertas evidencias como la de que el corazón humano siempre palpita), que nosotros tampoco podemos dejar de movernos, o lo que sería lo mismo, dejar de hacer algo. Se dice lo mismo ("moverse" y "hacer" algo), porque para hacer algo, no es imprescindible desearlo, como tampoco lo es el ser consciente de ello: cuando un sujeto duerme, está, en este sentido, "moviéndose" y "haciendo" algo; por ejemplo girarse de un lado a otro, taparse o estirar las piernas. No obstante, con "movimiento" y "hacer", se distinguirían dos ámbitos propios: Uno el de la materia; otro el de la voluntad. Así, todo lo que se mueve en el ámbito de la voluntad, aunque sea materia, se comprendería como un "hacer". Por lo tanto, prácticamente se entenderá que cuando un individuo se mueve, estará haciendo algo. Y como parece que entonces, siempre estaremos haciendo algo, me pregunto si distinguir entre hacerlo por voluntad propia o por el contrario, bajo una orden ajena, no nos ayudará a entender parte del problema. La pregunta sería ¿Por qué debo hacer lo que diga aquel? Y así quedaría ahora formulada la cuestión del fundamento de la Obligación.

Digamos que tendríamos las siguientes posibilidades:
  • Hacer lo que dice otro (dentro de la cual se encontraría la posibilidad de hacer lo que dice nuestro creador).
  • Hacer lo que dice uno mismo (dentro de la cual se encantaría la de hacer lo que le dice a uno nuestro creador).
  • Dejarse llevar (dentro de la cual se encontraría la posibilidad de hacer lo que la naturaleza nos empuja a hacer y siempre sin poner empeño en evitar el dejarse llevar). 
Como ejercicio que sigue, quedémosnos con la segunda posibilidad (guiarnos por nosotros mismos). Nuestra única posibilidad entonces, sería, dicho más o menos, la de hacer "lo que queramos". Sin embargo, pues inicialmente podría parecer lo contrario, conviene añadir que también haciendo lo que queramos, permaneceríamos sujetos a algún tipo de orden. Esto se explica porque "hacer siempre lo que uno quiera", en sí, ya es un plan que habría que cumplir. Y si nos dijéramos que se trataría de hacer o "lo que uno quiera o lo que no", haciendo unas veces unas cosas que nos digamos y otras veces no, también en este caso estaríamos sujetos a un plan, precisamente a ese mismo plan de "o no". Y si por último, no nos dijéramos nada, igualmente estaríamos sujetos a no decirnos nada. Por esto, el "hacer lo que queramos" dicho en el sentido de esta posibilidad escogida de entre las tres presentadas, no deja de implicar, no solo movimiento y entonces también un hacer, como se dijo, sino así mismo la obligación de cumplir con algo. Ahora, con esto, permitamos extender también la misma conclusión para las demás posibilidades.

Ahora bien, consideremos primero que aunque parezca que la obligación podría "incumplirse", no por ello dejaría de ser una obligación. Al respecto, consideremos que si nosotros estamos obligados a movernos, o lo que viene a ser lo mismo, a "hacer" siempre algo, y con todo, que si lo que hagamos siempre será porque lo diga alguien (desee, mande, ordene, etc.), entonces resultará que la obligación siempre estará presente, y que su "incumplimiento" no será sino su misma razón de ser. Esto es, la obligación es necesaria; y su incumplimiento es uno de sus dos estados: O se cumple o no se cumple.

Supongamos que tenemos el deseo de saltar (para el caso se trata ahora de nuestro deseo). Seguidamente supongamos que justo antes de saltar, decidimos no hacerlo. El caso es, que si el "deseo de saltar" no fuese una obligación, la decisión de no hacerlo no sería un incumplimiento: Quiero decir, que entonces, la decisión de no saltar nunca sería una decisión de "no" (saltar), sino una decisión de "sí" (seguir, por ejemplo, andando). Diría, que hacer algo es lo mismo que cumplir una obligación; porque si quiero dormir y duermo, estoy haciendo y obedeciendo lo que quise hacer; y si no duermo, estaré cumpliendo o con lo que no quise hacer, o con lo que en su lugar quise hacer e hice.

Pero si hacer algo es cumplir una obligación, entonces, teniendo en cuenta que siempre hacemos algo, se concluirá que siempre cumplimos con una obligación. ¿Y la libertad? ¿Y el incumplimiento?

Empecemos atendiendo a la cuestión del incumplimiento. Y esta surge porque antes se dijo que sin obligación no había incumplimiento; aunque ahora parece que todo es cumplimiento de obligaciones (porque se haga lo que se haga, se ha visto al hacer como "lo que cumple"). Y efectivamente, si el hacer es lo que cumple, entonces lo que incumple es el "no hacer". Se trata, con el incumplimiento, de un no hacer otra cosa distinta de la que se hace (y por tanto con la que se cumple). El incumplimiento es hacer otra obligación; es hacer otra cosa. El problema se encuentra, más bien, en decir "incumplimiento" en lugar de decir que se está "cumpliendo" con "otra" obligación. Aquí ya no se "describe" (lo que bastaría igualmente con decir "otra"), sino que se usa el signo negativo del "no" para connotar algo "malo". Esto es, aparece la división bueno-malo. Y esto es otra cosa: hay que recordar que estamos en la cuestión del incumplimiento-cumplimiento, no en la de lo bueno-malo (la cual, por lo demás, también vendrá a estar directamente relacionada con el asunto de por qué hacer lo que diga otro).

Ahora bien, sobre la cuestión de la libertad, esta, en realidad, vendría originada por una previa asunción (tácita) según la cual Obligación y Libertad se contrarrestarían como si estuviesen en los platos de una balanza: De ahí, que teniendo a ambas por cosas más o menos antagónicas, resultará la cuestión de su costosa reunión. Sin embargo, ser libre no es antagónico con estar siempre obligado. Al menos si entendemos la "libertad" como una capacidad del individuo para autonormarse (autonomía). De este modo, ser libre, significaría tener la capacidad de obligarse cumpliendo las propias obligaciones o incumpliendo las órdenes de otros. En este sentido, se ofrece un concepto de libertad "para obligarse". Distinto sería ese otro concepto que apuntaría a una libertad "para crear": un ámbito en el que la praxis trataría con lo imposible.

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