Well-ordering (XXXII)

Supongamos que reconocemos la deidad pero mantenemos la consideración de la incertidumbre en torno al hecho de la existencia. De hecho, supongamos que mantenemos la incertidumbre sobre el sentido de las obligaciones que pesan sobre el ser humano. Por un lado, aceptemos que la obligación en términos absolutos es necesaria: porque, diríamos, es imposible no hacer nada y dejarse llevar continuamente; mientras que, por el contrario, dar un paso implicaría un proceso compuesto de causas, efectos y obligaciones. ¿Y quién da un solo paso sin buscar el firme? Aunque deberemos mantenernos en la sola forma de una aceptación; ¿por qué la razón nunca conseguirá explicarse a sí misma? Y entonces casi que se podría decir que nosotros nos "inventamos" la deidad, precisamente para atravesar ese inexpugnable muro epistemológico. !Ay amigos! ¡¿Y cuándo nos inventamos el mundo?!

Pero se quería hablar sobre si concebir la deidad nos ayudaría con las aporías de las obligaciones. O al menos, sobre si nos daría unos ojos penetrantes. Asimilemos que no es lo mismo razonar si partimos negando la existencia de la deidad o aceptándola. Y podría ser que en ambos casos, llegado cierto punto, los caminos quedasen igualmente taponados. Creo, como se ha dicho antes, que negando la Creación Divina, resulta inconsistente afirmar el ser: contar con que el ser es eterno, que no tiene principio, raíces ni límites, es como ver en sus divisiones, entonces, algo así como espectros. Pues, ¿qué distingue un ciprés de una galaxia cuando la regla es infinita? O, ¿cómo distinguir lo que uno debe hacer en un mundo cuyas raíces no existen?

La deidad para nosotros es necesaria. Sin ella, no somos capaces de evitar hacernos daño. Porque mirarse a sí mismo y decirse que no se es nada en absoluto, es el mayor desprecio que nos cabe. Porque después se hace necesario decir que el otro no es nada; y entonces se hace inevitable tratarlo mal; tan mal como sea necesario al grado con el que se lo considere algo sin valor. Y es necesaria porque nos dice que debemos comportarnos conforme a una regla; sin la cual, nos perdemos mucho más que lo que estamos al buscarla.

Nuestra naturaleza está sujeta a un principio de estar obligados. Aunque conocer a qué (estemos obligados) sea una obligación, el saberlo no es una Ley, sino una forma de no ser.

Reconocer a Dios, es simplemente reconocerse a sí mismo. Esto nos permite defender el respeto y amor humanos.

Comentarios

Entradas populares