¿Qué es el comunismo? - 14

Lo que haya que hacer para obtener un resultado no es algo que podamos elegir libremente excepto si el resultado depende exclusivamente de nuestra voluntad. Por ejemplo, si el resultado es que una persona concreta actúe de una manera determinada, llamando, por ejemplo, por teléfono a alguien, sí podrán ser pactadas las condiciones que deban cumplirse para alcanzarlo. Pero si por ejemplo, el resultado que se trata de obtener es que alguien aprenda algo, con independencia del pacto que hubiera de darse para que quien se lo tenga que enseñar cumpla con ello, un resultado así no puede ser alcanzado solo en función de lo que libremente decidan los interesados: el aprendizaje está sometido a leyes que no hacemos nosotros.

Incluso tratando con resultados que aparentemente quedan sujetos a la plena voluntad de alguien, las cosas que hay que hacer para obtenerlos deberán tener en cuenta ciertas reglas tampoco nunca constituidas por nuestra especie (o nosotros). Si el resultado que se desea obtener es, por ejemplo, el agua de un río, por mucho que se erija una ley que diga que deberán traerla los que ordene la asamblea, si al mismo tiempo se desatiende la ordenación con la que la Naturaleza se mueve, el resultado que se obtenga, debido a la falta de previsión, se apartará más o menos o del todo del que se buscaba. Y si no se desatiende el poder de las leyes naturales, lo que se haya de hacer para obtener un resultado ya no será asunto que quede exclusivamente en la voluntad de ningún cuerpo.

Tampoco deviene justa la afirmación socialista sobre el pueblo y su Ley alegando (no obstante las condiciones previas de la naturaleza) que puestos a tener que hacer siempre cosas para obtener un resultado y puesto que estas cosas habrán de ser establecidas en algún momento y, por tanto, por alguien, pues que sea el pueblo quien lo establezca. Pero precisamente antes se debería expresamente reconocer aquella Naturaleza y entonces declarar el sometimiento del pueblo a sus condiciones.

El ámbito de la Ley que hacen los hombres no es universal. Esto es, esta Ley nunca podrá alcanzar a regular la Naturaleza. Su ámbito se reduce a nuestro comportamiento. Así, mientras ordena lo que hay que conseguir y lo que no, también está resolviendo el problema de lo que está bien o mal. Este problema cabe ser planteado en dos niveles: uno el que se encuentra entre las cosas que hay que hacer para alcanzar un objetivo determinado; y el nivel en el que se definen los objetivos. El primer nivel se adjetiva con más frecuencia con los conceptos de eficacia y utilidad; pero siendo posible llegar al mismo resultado por distintas vías, siempre quedarán comprometidos, además de la eficacia, el bien y el mal: por ejemplo, para producir la misma riqueza, se podrá trabajar más o menos horas con más o menos personas, o retribuir ese trabajo con más o menos parte de la riqueza obtenida, todo lo cual afecta a la idea de lo que está bien o mal. El segundo nivel está más inmediatamente unido a estas nociones éticas: Los objetivos del milenio proclamados oficialmente en nuestra época, provienen sin lugar a dudas y principalmente de un juicio sobre lo que está bien o mal; o dicho con otro sentido, una vez proclamados, dichos objetivos vienen a indicar lo que está bien.

Los representantes del pueblo, al decir que la Ley es la expresión de la voluntad de sus mandantes, afirman que lo que está bien o mal depende del resultado de una votación. Pero lo dicen de otra forma: Dicen que la Nación son todos los ciudadanos y que la Ley es la voluntad de la Nación.

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