¿Qué es el comunismo? - 8

El problema de no tener cosas resurge rápidamente cuando se piensa en que la ayuda que todos necesitamos de los demás implica corrientemente un precio. Se diría que sin tener uno cosas, se perdería una importante oportunidad para atraerse las siempre necesarias atenciones ajenas.

En materia de salud, entendida esta ampliamente, el individuo puede actuar previniéndose y cuidándose por sí mismo; lo que, generalizando, estaría al alcance de cualquiera si se considerase que la naturaleza humana cuenta con sus propios mecanismos de autoprotección. Esto, y se sigue generalizando, no requeriría tener nada que no tenga ya la persona por el simple hecho de vivir y crecer. Pero la salud de uno no solo iría y vendría dependiendo exclusivamente de su comportamiento y voluntad, sino que, por otro lado, este padecerá acciones o fenómenos que se la dañen desde el exterior. En estos casos, se corresponderá más decir que quien no tenga nada para dar a cambio de los medios que necesitará para recuperarse, caerá o seguirá en la enfermedad. Y no solo lo anterior, sino que incluso pudiendo uno, por el motivo que fuese, librarse de estos extraños ataques, aunque viviendo virtuosamente en su cuidado personal, necesitaría para su salud, no obstante, alimento y techo.

Podría concluirse que la subsistencia, entendida como un conjunto de medios, es un objeto que el individuo habrá de tener en orden a su supervivencia. Por lo tanto, parecería que quien no tiene su subsistencia, a quien vulgarmente se podría llamar un pobre, correría peligro de muerte. Quedaría claro que la dignidad del individuo sí se afectaría por el hecho de tener, entonces, más o menos; siquiera de las cosas en que consistiere la subsistencia. Antes del punto y aparte, arrastro a esta línea el mensaje del horror de la muerte en nuestro planeta por no tener la subsistencia.

Distingamos dos tipos de conductas: la de robar y la de excluir a las personas. Por ejemplo, un saqueo (robar) y un desprecio a una clase de enfermos (excluir). Se distinguen aquí para de alguna manera acotar la violencia humana que cabe en orden al resultado de impedir que las personas tengamos cosas. Bajo la presión de ambas conductas se puede obligar a las personas a quedarse en situación de indigencia. Ahora bien, la verdadera falta de la subsistencia, ciertamente, es una realidad que se demuestra mediante un resultado: la muerte. Porque mientras esté vivo, no se puede afirmar que alguien carezca de la subsistencia excepto si se afirma que el riesgo, de continuar esa carencia, se concreta en la muerte. Y la cuestión es que al fin y al cabo, se conectan causalmente dos fenómenos: la pérdida de la subsistencia (fenómeno material) y la pérdida de la vida (fenómeno espiritual). Podría negarse la dimensión espiritual, advirtiendo que estos dos fenómenos son solo aparentes y que se trata todo de un fenómeno material: pérdida de la subsistencia y corrupción de la carne. Pero aun así, creo que la singularidad es evidente porque al ser conectadas la materia y la muerte, señalándose que se trata de un fenómeno material, se aclara que la vida es material; y esto entraña, por un breve parlamento, la inevitable singularidad de presentar una filosofía.

En todo caso, y obviando una posible digresión, al conectarse la materia con la muerte se radicaliza todo, y nos colocamos en un límite: la muerte debida a la falta de la subsistencia. En estos casos las determinaciones de la voluntad humana son más propalables y el hecho de carecer de la subsistencia podría presentarse como el hecho de desear la muerte. Por eso, la subsistencia repelerá ser objeto de comercio pues es la muerte la que se estaría negociando.

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