Prometeo

Este misterio que exuda nuestra vida, es ciertamente ingrediente del polvo de nuestra carne. Casi diría que es como lo que Epimeteo no encontraba para nosotros.

Quisiera decir que la eterna incógnita de nuestro ser, al mismo tiempo, es uno de los motores más potentes de nuestra vida. Porque igual que a todos (supuestamente blancos, amarillos, negros, marrones, ricos, pobres, tontos, listos, malos o buenos) nos pesa el profundo desconocimiento de quiénes o qué somos, eso mismo nos impulsa continuamente a reivindicarnos y nos ata a una forma de ser. Porque no hay nadie que a cada paso que dé no lo haga buscando ser ese que él dice ser. Y sin embargo, nunca sabe quién es. Este círculo personal se refleja en las naciones, cuando sus pueblos se apoyan en sus símbolos y sus más tradicionales valores como los medios más firmes para reivindicarse y fuentes de su ser. Porque si el individuo no sabe quién es, tampoco las naciones le despejan la duda. Pero él, en todo lo que hace, se reivindica porque no se tiene en su conocimiento.

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