Democracia y dictadura: sobre el gobierno (III)

Para entender si un Gobierno, referido como el órgano constitucional que dirige la sociedad, se apropia injustamente de autoridad, se prestará atención al hecho anteriormente aludido sobre su función biológica. 

Cuando se dice que la función de gobernar es algo biológico, debe aclararse en primer lugar, que se está hablando del individuo. La impresión de que el gobierno es un aparato producto de la sociedad es una mera apariencia. Ello puede deberse a que al observar a escala de conjunto la malla que forman los lazos intersubjetivos de todo tipo, es fácil que se atribuya a la sociedad la producción del gobierno. En realidad, la sociedad no es más que otra función del individuo. Una vez más, se dice que solo la persona tiene voluntad y es libre; y gobernar es mandar. Pero la necesidad que cada uno tiene de ser objeto de buenas órdenes ajenas obliga al individuo a hacerse responsable de esa necesidad. Nadie duda que la persona en su edad infantil no puede desarrollarse debidamente sin sujetarse a las órdenes responsables de los mayores. Y conforme el individuo menor de edad evoluciona en autonomía, también evoluciona su necesidad de ser gobernado. No se puede afirmar que ningún adulto, por más que acredite suficiencia de educación, esté libre de su necesidad de someterse a la voluntad ajena. Se considera que nadie tiene el conocimiento suficiente para hacer siempre lo que debe, sea el orden que sea del que se trate; por eso siempre permanece la necesidad de humillarse. No nos estamos refiriendo a los consejos sino a obligar. Se dice que el individuo tiene la necesidad de ser gobernado. Y como se dijo antes, las manifestaciones del cumplimiento de esa necesidad tienen infinitas formas; y ya que las órdenes se pueden cumplir voluntariamente, en esa necesidad no está implicado el uso de la fuerza. Así, solo el cumplir con el deseo ajeno, es un acto de sometimiento; y si se trata de un deseo dirigido eficazmente hacia lo bueno del prójimo, entonces el acto ya representa la función del gobierno. Sin embargo muchas veces cada persona se olvida que su imperfecta voluntad puede determinarse adecuadamente en los demás. Y en consecuencia, la defensa de la autonomía individual, como un inexpugnable reducto de la persona adulta, es la defensa de un suicidio. El individuo es un sujeto libre, autónomo, cargado con la obligación natural de obedecer la orden buena de su prójimo.

Y lo anterior no significa que uno tiene derecho a mandar a los demás. Que la lluvia exista no significa que aquí esté lloviendo. Al fin y al cabo, la dinámica del gobierno funciona a través de la libertad humana. Y esto significa que entre la obligación de mandar el bien y la de obedecerlo se encuentra la verdad entre la mentira.

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