Well-ordering (XXIV)

Nuestro mundo se nos muestra entrelazado. No nos cabe en el entendimiento la idea de que algo, en este mundo, exista aislado de todo; sin que nada ni lo toque ni este en medio respecto de cualquier otra cosa. Una estrella y otra estrella no están aisladas porque el medio interestelar se encuentra entre ellas, que de hecho transmite su luz. Si nos imaginamos un objeto aislado y nos preguntamos cómo podría no depender de nada, las explicaciones verdaderamente se empezarían a complicar. Porque si no depende de nada, si no consiste en nada, si no se apoya en nada ¿qué cosa es?

Por otro lado, nuestro mundo se nos muestra en permanente movimiento. Cualquier ley que calificásemos de, por ejemplo, eterna, como la de la fuerza de la gravedad o como la que rige la repulsión de las cargas eléctricas, sería puro movimiento al responder a una relación, proporción o equilibrio y recoger en sí misma el orden de los cambios. En sí, esa ley, aunque al estilo de una roca bien guardada no cambiase, no deja de ser todo movimiento. Y con todo, ¿qué significaría que una cosa no cambie mientras su interior sí? Porque tampoco nos cabe en el entendimiento que la realidad sea siempre la misma. Y sin embargo, la idea del movimiento continuo nos conduce a una verdadera perplejidad. Y es que ¿de dónde viene la novedad del cambio? Y ya que solo se producirá un verdadero cambio si la novedad que hubiera de llegar no fuere previsible, el caso es que esa novedad sería algo imposible en el momento antes de estar surgiendo. Pero, como se dice, la cosa se mueve y la vida cambia.

Si se introdujese en el problema un hipotético factor que tuviese el poder de hacer lo que no podemos nosotros, podríamos justificar el movimiento pero deberíamos reconocer que existe un poder superior a nosotros.

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