Democracia y dictadura: sobre el gobierno

Quisiera hablar sobre estos conceptos que entre sí se toman habitualmente por opuestos y se clasifican dentro de los sistemas de gobierno. Quisiera no defender, al hablar sobre ellos, ni a uno ni a su contrario; porque quisiera respetar la gobernanza en todo caso.

Vaya por delante decir que sin un gobierno la idea de ser humano es impensable. La sociedad no es un pacto. Otra cuestión supone hablar de si la sociedad global implica o no un gobierno. Pero también resulta impensable cualquier sociedad sin gobierno. El caso es que nos podríamos preguntar que por qué no hay un gobierno de todos los seres humanos que, en consecuencia, implicare una sociedad de todo el género humano. Y concluiríamos que puesto que la gobernabilidad no se daba en este caso ¿por qué se va a dar en los demás, tratándose de unidades más pequeñas? Ármese este interrogante con cualquier otro sentido entre sus términos, pero notemos que el descubrimiento de los errores que pudiera contener su argumento podría dividirse en dos partes. Por un lado, la objeción que contiene este interrogante se basaría en la ausencia real de una comunidad internacional. Aquí, el argumento juega con el elemento espacial como la condición sine qua non de una sociedad. Pero, por ejemplo, aunque las comunidades indígenas de la Amazonia estén (o estaban) espacialmente separadas del mundo industrializado, sería incorrecto decir que no son (o eran) parte de la sociedad internacional. Por el contrario, no solamente se debería caracterizar la necesidad de la comunidad local, más bien se ha dicho al principio que el género humano es una sociedad indisoluble. Y en segundo lugar, la pregunta arrastraría, supuesta aquella falta de una sociedad internacional, la falta del correspondiente gobierno. Pero hay que decir que el género humano no carece de gobierno. Porque se desconoce el lugar que habite alguien donde esté permitido asesinar, mentir o robar. Por lo tanto, el ser humano ni puede entenderse sin la sociedad ni es libre de la necesidad de respetar ciertas obligaciones. En este sentido querría entender por un gobierno, tal y como se ha dicho, una actividad con incumbencia logística: en una vertiente orgánica; porque hay otra forma de gobierno que exige la previa intervención de la voluntad humana para definir los objetivos.

Lo que en todo caso ocurriese, vendría a decirnos que ser humano, gobierno y sociedad son inseparables. Y otra cosa sería cómo la libertad humana influye en el gobierno y en la sociedad. Primero, veamos esa forma de gobierno, necesaria, que se ha querido identificar con una especie de función logística. Después se tratará sobre su vertiente donde la contingencia marcaría el paso.

Y vaya también por delante, antes de continuar, que es el individuo humano quien está dotado de voluntad. Esto quiere decir que la sociedad no tiene voluntad propia; no tiene memoria, ni inteligencia, ni razón o entendimiento, ni sentimientos, sueños, deseos, ni nada que permita identificarla con las facultades psíquicas del ser humano. Solo, si se mira al ser humano como un agregado de materia y energía, su naturaleza puede asemejarse a una sociedad: pero también a una piedra, a un río, al aire o al universo. En este primer sentido, la sociedad en relación con el individuo, es como la piel que nos rodea.

Primeramente, ese natural gobierno, de condición necesaria, del que se está hablando, cumple con la función de defender al ser humano frente a la perenne posibilidad del incumplimiento de sus obligaciones innatas. Quizás su manifestación más simple sea el aviso de otro individuo cuando uno no se comporta debidamente. No se afirma que se trate de un aviso uniforme: ciertamente existen múltiples reacciones humanas que denotan una señal de alerta. Esta característica inevitable de nuestro comportamiento individual tiene su reflejo a nivel social, donde esperan prefiguradas las vías para que esta práctica se desarrolle. Todos los seres humanos necesitan constantemente un criterio externo para regular adecuadamente su orgullo. Por eso, se diría que la sociedad humana está preparada para favorecer la disposición de esta inevitable cooperación entre individuos. Nos preguntaríamos si, no obstante, no podría prescindirse de ese supuesto reflejo a nivel social. Pero siendo la sociedad una parte del ser humano ¿qué razón existe y cuál será su fuerza para impedir que el gobierno fluya por ella.

Respecto de la necesaria presencia del gobierno en la sociedad humana, se puede hacer un símil con la función respiratoria del individuo. Digamos que, durante un tiempo, uno puede forzar su ritmo artificialmente, o dejar de respirar hasta un extremo, incluso llegando a parecer que no hay respiración; pero siempre vuelve en todo caso a regularse conforme a su propio hábito. No se dice que el gobierno, como se insinuó ya con la sociedad internacional, no pueda ser manipulado por el individuo (o grupos de individuos); se dice que no es un constructo humano.

Cuando se mira, por ejemplo, a instituciones como la enseñanza y el comercio o a prácticas como el trabajo en equipo, se comprende que el individuo necesita a la gente, y no solo para defenderse del medio, sino para tomar conciencia de sí mismo. Ciertamente, cada una de estas actividades no es solo gobierno, pero tampoco es solo educación, comercio o industria. A través de los inevitables lazos interpersonales e intercolectivos que forman parte de cada uno, se nutre incesantemente la necesidad de ponderar nuestra libertad. Esta es una tarea de gobierno, con la que las personas respondemos a la llamada de la conciencia de los demás hacia el exterior.

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