Well-ordering (XVIII)

Además uno diría que es libre porque su futuro no está escrito. Como si ni se quisiese decir que la cosa es una relación entre su libertad y sus obligaciones; diría que, por lo demás, sería algo que vendría siempre dado. Por eso, la relación que quedaría entre libertad y justicia tendría que ver con la justicia del futuro. Quiero decir, que si nuestro futuro no está escrito porque somos libres, el mismo sí debe ser justo. De esto podría desprenderse que nuestra libertad tiene al menos un futuro escrito, cual es, el que sea justo. Y por lo tanto, al fin y al cabo, libertad y justicia se volverían a encontrar en el mundo de las obligaciones; y al fin y al cabo, se diría que uno se ve libre, no porque no tenga un futuro escrito, sino porque puede hacerlo injusto. Y no es que su futuro no esté escrito, es que la obligación de que sea justo sí lo está. El problema que esto inmediatamente plantea es entender la razón que hubiere detrás del establecimiento de la obligación. En cualquier caso parece que el significado de esa obligación no podría ser modificado por nosotros. Aquí no se estaría diciendo que nosotros estamos obligados porque así nos lo hemos impuesto, incluido el cómo debemos estarlo; sino que si somos libres es porque nuestra libertad pertenece a una ley que no establecemos nosotros. Quizás esto se entienda más fácil si nos reconocemos como unos seres creados por una fuerza que aunque también se encuentre en nosotros, no podemos dominar.

Advirtamos que no se refiere a lo mismo un acto cuyo imaginarse es posible, que otro respecto del cual todo en él se presenta como imposible. En el primer caso, por muy grande que fuese el conjunto de todo lo que es posible, se podría concluir que simétricamente todos los actos estarían previstos. Ya no se trata de observar la teórica, desbordante e inefable inmensidad de todos los actos posibles que formulare nuestra razón; se trata de conectar lo posible con lo previsto, de forma que todo lo que es posible ha sido previsto. En este punto, se plantea la cuestión de la inabarcable inmensidad que entonces se eleva ante el raciocinio; en efecto, considerando las posibilidades de actuación que ante cada uno presenta una sola décima de segundo, la trama de posibilidades actuales para toda la población mundial, en cada solo "instante", ofrece un cálculo paranormal; y si se trata de ampliar el cálculo hacia el futuro e incluir el pasado, la mente se desmorona. Pero la conclusión de estar previsto todo lo posible no es consecuencia de los números sino que está incluida en el mismo concepto de lo posible. Se podría usar como ejemplo el azar de un dado. Sea un dado de seis caras que se está lanzando siempre una vez más, el azar avalará una conclusión que diga que la secuencia que efectivamente se obtenga es impredecible e irregular. Ahora bien, si se limita el número de veces que se lanza, cualquier secuencia, en teoría, puede ser predicha. En este sentido y en función de los lanzamientos que se programen, las distintas secuencias que el dado pueda llegar a "escribir", incluso siendo de número descomunal e inhumano, serían todas previamente describibles. Así y aquí, ninguno de los caminos del dado se contradecirían con la afirmación de que ya estaban escritos. Pero en este sentido, también, el futuro sería idéntico al dado; o dicho de otro modo, el futuro que se implica en el concepto de lo posible sería algo intrínseco en el dado. Porque si no lo fuese, la posibilidad sería una forma de decir que solo hay una única secuencia para el dado. En realidad, lo posible, dicho como algo que excluye lo necesario, no es sino una forma de decir lo que es libre: y en el caso del dado, se reduce al término "azar". Pero por lo mismo, también lo posible es una forma en la que se esconde la noción de lo necesario: ya que si lo posible no incluye lo imposible ni, en el fondo, lo que no es, no quedará nada que se escape a lo necesario. Y parecería que la libertad está en la nada, porque si el resultado de un acto de libertad se encuentra de alguna forma en un tiempo antes, no es libertad lo que se hace sino un movimiento continuo. Digamos que si lo que resulta de un acto de libertad no es en sí mismo libertad, el proceso habrá sido necesario. Si, por ejemplo, en virtud de una omnipotencia creadora se desease crear una fuerza nueva, superior en omnipotencia, se trataría de un acto necesario, ya que el objeto a crear está predefinido. Solo si se crea libertad, el acto es libre. Esto dirige la mirada hacia la nada, como el lugar donde habita la libertad.

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