Sobre el poder (6)

Digamos que el sujeto cuyas intenciones estén llenas de desprecio hacia los demás, con independencia de sus sinrazones, probablemente terminará abusando de alguien. Digamos que un sujeto tal también puede tener otras intenciones como adquirir poder sobre los demás, lo cual no es algo para nada extraordinario. Si todo ello ocurre y los deseos devienen en aciertos, es muy probable que nos encontremos con una comunidad sometida a un tal sujeto. Esto tampoco es ninguna cosa extraña como si se fuese a hablar de la vida extraterrestre. Dicho esto, ahora me quedaría con que en muchas ocasiones el abuso de poder solo responde a las malas intenciones de las personas. Pero lo dicho no explica que mil millones de personas vivan en la extrema pobreza en el mundo. 

Por otro lado digamos que nadie o muy poca gente se libra de tener malas intenciones. Y digamos también que casi nadie no tiene ninguna oportunidad de abusar de otros. De hecho, podríamos decir que muy poca gente podría asegurar que en los próximos días no vaya a cometer alguna falta tratando a alguien por encima o lo desprecie. Esto nos pone en una situación muy débil ante el problema porque la realidad demostraría que la velocidad y extensión con las que se expandirían las malas intenciones son muy altas. Esto significaría que las relaciones políticas arrastran una carga muy considerable de defectos personales voluntarios.

Creo que es necesario considerar bien lo anterior antes de juzgar cualquier poder político y, sobre todo, antes de culpar su régimen. No obstante se ha de mantener que las leyes esconden injusticias y ordenan cosas que suponen despreciar a personas. Son muchas las leyes, sin ir muy lejos, que impiden que los pobres que no son leprosos disfruten de un hogar. Por un lado, incluso siendo todas justas, un gobernante malintencionado puede usar unas más que otras, sirviéndose del escalón creado como textura para volcar su mala intención. Obsérvese el siguiente ejemplo. Un Gobierno tiene una ley que dice que la ciudadanía ha de producir un tanto de A y tiene otra que dice que ha de producir un tanto de B. Ahora el Gobierno cambia y dice que se ha de hacer 2 tantos de A y medio de B. Y su intención era debilitar a los que hacían B hasta que aprendan a hacer A. Es lo mismo sin necesidad de cambiar leyes. Por ejemplo, con la misma intención de debilitar a los que hacen B, los vigila menos o más.

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