Sobre el poder (2)

Porque no es lo mismo analizar la función del poder en una comunidad de animales que en una comunidad de seres libres. Ni tampoco es lo mismo estudiarla partiendo de su necesidad que partiendo de su contingencia. Todo ello sin perjuicio de las diferentes formas que podría adoptar esa misma función, tales como aquellas que dependieren de herramientas como las leyes y otras que lo hicieren de mecanismos como la violencia.

Por ejemplo si pensamos que el poder es contingente y que tanto los seres que lo ejercen como aquellos sobre los que se ejecuta son libres, entonces tendremos que tener en cuenta tanto que deberá existir un tipo de comportamiento donde el ejercicio de poder no funcione, como que los individuos tienen la facultad de sustraerse al mismo cuando funcione. Por el contrario, si suponemos que el poder es necesario, tendremos que concluir que no cabe que la praxis humana se desenvuelva sin la función del poder. Y tampoco aquí reconociendo la libertad humana será posible sustraerse a la necesidad del poder, sino solo a unos u a otros.

Digamos, para fijar un punto de referencia, que el poder es aquello que obliga a algo. Y digamos que una obligación es un deber que uno tiene, de forma que si este incumple quedará expuesto a una fuerza. Digamos por último que una fuerza es algo que en alguna medida puede con uno.

En primer lugar nos preguntaríamos si se puede vivir sin obligaciones; y después si se podría vivir sin obligaciones que no provinieren de nosotros mismos.

Si se puede vivir sin obligaciones, parece cosa difícil. Porque nadie puede hacer siempre lo que quiera y al mismo tiempo sobrevivir. Ni siquiera desde el punto de vista de la suerte, la vida sería compatible con el hacer siempre lo que se quiera pues aquella no resiste muchas cosas como, por ejemplo, el hambre. Aun así, suponiendo que pudiésemos dejar significativamente a un lado las obligaciones propias de las necesidades de supervivencia, también parece cosa difícil vivir haciendo siempre lo que se quiera. Y es que resulta que para conseguir lo que hemos querido alcanzar no podemos hacer lo que se quiera sino precisamente aquello que se ordena a tal objetivo. Y si también pudiésemos dejar significativamente a un lado las obligaciones inherentes a los fines de uno, podríamos entonces aceptar un espacio sin obligaciones. Porque en algún lugar debe encontrarse la libertad. Y así, uno podría elegir los fines que quisiera y sentir su vida como quisiera. Entonces se podría vivir sin obligaciones solo mientras siendo libre, se está sujeto a otras obligaciones.

Y sobre si se puede vivir sin obligaciones que no provengan de uno mismo, también parece cosa difícil. Porque si todas las obligaciones que existiesen pudiesen ser solo las de cada uno, en primer lugar aquellos que todavía no comprenden las obligaciones propias de las necesidades de supervivencia no sabrían vivir. Tampoco respecto de las obligaciones inherentes a los fines de cada uno cabe decir que siempre todas sean de cosecha propia. Pues, incluso habiéndose adquirido cierta autosuficiencia en la vida, cualquier fin que implique intercambio habrá de aceptar obligaciones nacidas fuera de uno. Con todo, incluso si los intercambios pudiesen significativamente dejarse a parte, al menos debería de existir un espacio donde uno se obligue exclusivamente. Así, siendo libre, allí donde antes dijimos que no habría obligaciones, uno solo puede obligarse por sí mismo.

En segundo lugar nos preguntaríamos si allí donde las obligaciones necesariamente existen y no son de uno mismo, se implica un poder en el sentido que se ha indicado antes. Pues siendo las obligaciones de uno mismo, tal poder, siendo nosotros mismos, se incumple por nosotros mismos siendo poder.

Y así, también se diría que la obligación es una fuerza. Porque aunque en principio hemos dicho que es un deber, se añadió que si se incumplía, se caía en el empuje de una fuerza. Luego, la fuerza del deber sería evitar el empuje de otra fuerza. Es como si debido a que el movimiento está en todo y nada puede detenerse, la diferencia se encuentra en el lado hacia el que se muevan las cosas.

Dejemos sentado entonces que el ser humano, contenido por un mundo imparable, no puede detener la marcha y solo sus propias obligaciones le permiten balancear al poder.

Comentarios

Entradas populares