Well-ordering (VI)

Si nosotros progresamos hacia una perspectiva desde la que abarcar más ampliamente el ser, y poder así conferirle una unidad mayor, resultará que siempre quedará un más allá. Resulta que cuando queremos englobar el ser, por ejemplo bajo un concepto, ocurrirá que en realidad se mostrará solo como una parte del ser, porque todavía querremos ir más lejos con aquel fin de volverlo a abarcar. Podríamos decir que se trataría de una especie de carrera interminable, y que en cada parada que hagamos para observar el todo bajo una idéntica mirada, nada impedirá que intentemos aumentar la perspectiva, alejándonos más y tratando de englobar también lo que quede. Parecería que esto ocurre porque buscamos una generalidad; porque queremos darle un sentido unitario a todo lo que nos rodea o a todo lo que rodea a aquello mismo que queremos definir como algo. Parece también que esta búsqueda será una progresión infinita; quizás empañada por la vaporosa senda del infinito que se quiere englobar. Igualmente se podría decir que ese infinito punto de vista desde el que el todo se habría de ver con una mirada única, será algo que por no poder ser nosotros, es Dios. Ese punto que para nuestra mente es lógicamente inalcanzable, por mucho que ella quiera avanzar hacia él, lo definimos como Dios, extenuados ante este racional imposible; o digamos que es a lo que hemos llamado Dios.

En realidad, toda definición que configuremos viene de alguna forma a construir una unidad; y puesto que no parece posible valernos en este mundo sin establecer definiciones, tampoco será posible que esa experiencia de intentar agrandar (la definición de) la unidad pueda convertirse en un absurdo. Otra cosa es que tal experiencia sea una eterna revolución: como nuestra propia vida progresando entre las misma estaciones cada año.

En efecto también caminan de la misma mano esa tendencia a ampliar la perspectiva de las cosas y el fenómeno de la unificación de las cosas. Nos preguntaríamos que allí, en ese punto del infinito, por qué tendría que haber un Dios y no muchos. Pero resulta que más allá, la pregunta se vuelve respuesta y si se desea tomar perspectiva y englobar, será para ver todo y no para caerse entre unas cosas y otras. Porque si se encuentran muchas cosas (muchos dioses) y se amplía la perspectiva para verlas a todas bajo la misma mirada, no se hará cosa distinta que buscar un denominador común. Pues por mucha variedad que distingamos a nivel del mar, pisando aquí la tierra, mirando el globo desde la Luna se guarda, si quiera provisionalmente, todo en una idea. Al fin y al cabo no es que allí, en este infinito actual del todo presente, no haya muchos o pocos dioses; es que la idea de que la perspectiva desde la que se ve el infinito esté dividida supone el mismo punto de partida del que se empieza cuando se quiere englobar algo. La cuestión es que se dice que hay un Dios no porque lo haya sino porque es el límite de la función de englobar.

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