Well-ordering (II)

Ahora hay que tratar la cuestión del ser. Resultará apropiado tanto por su participación en el concepto del deber-ser, como por su principalidad en todo estudio de la generalidad.

Lo que es, es lo que es. Permítaseme esta expresión, que más que nada pretende atraer la lectura hacia cierta sencillez inicial. Porque el ser es la cosa, es el individuo, es el objeto que señalamos; y como se acaba de escribir (indicando que el ser es la cosa, el individuo, etc.), y puesto que expresamente se responde que "es" algo, entonces, es lo que es. El lenguaje no parece prodigarse mucho en este caso.

Al indicar algo, ya sea por medio del lenguaje ("una casa es…"), por medio de la vista y la mente ("aquello que veo es…), o sea por medio de otras formas de expresión como la pintura, la música o la escultura, se está estableciendo una línea divisoria entre lo que se indica y por lo menos todo lo demás. Es una línea divisoria, en principio, mental; pero para hacernos una idea, una tal línea sería lo que delimitaría el canto rodado distinguiéndolo del agua que lo removiere. Dicho esto, conviene ponerse inmediatamente a distinguir cosas, tantas como durante algunos instantes se pueda; se tomará así una medida más aproximada del asunto. Incluso tentemos momentáneamente la mente con cosas más abstractas como la justicia, la paz, la maldad, la velocidad, la belleza o la alegría. Estaremos más familiarizados con el ser.

Vayamos directamente, sin más, porque la materia ya la hemos tocado con nuestras propias sensaciones, al planteamiento de las primeras cuestiones. Ahora bien, no habremos de perder de vista una imagen: una estantería llena de libros. Aunque cada uno puede retener cualquier conjunto de cosas que le resulte indudable. En primer lugar, se podrá observar que las cosas cambian con el tiempo, y lo que es un niño después es un adulto; lo que es una mesa, mañana puede ser un poco de leña; o lo que es una semilla, después será una flor y después una manzana. También, en segundo lugar, se podrá observar que lo que de cerca es una alfombra, más de cerca es una trama de hilos; lo que es una luna brillante, es un desierto de cráteres; o lo que es un caudal turbio, es un remolino de barro, raíces y agua; el agua es vapor y luego hielo; las moléculas son átomos y más de cerca, protones y neutrones con electrones. Además, algo que parece plano, si se cambia el ángulo desde el que se mira, podría ser más profundo y aparecerse como un cubo. Tenemos que admitir que todo esto nos afecta en lo que es el ser; pero ahora no sabemos si porque lo que llamamos ser sea otra cosa o porque debemos explicarnos cómo le afecta. Por lo menos sigamos y retengamos también estas sencillas cuestiones.

Seguramente, puesto que estamos acostumbrados a comprobar que todas estas cosas cambian individualmente con el tiempo, nos sintamos llevados a preguntarnos sobre el origen y el fin de las cosas. Es como si el propio curso de los cambios en las cosas nos empujase a ir un poco más lejos. De dónde viene el niño, la semilla, la madera o el agua; y esto por empezar en algún lugar. Aquí ya se presiente el repique de una nueva cuestión: porque a la mente no le cuesta demasiado edificar en línea recta hacia el infinito. Claro que, dentro de esta aventura, donde siempre se puede ir un paso más allá, aparecen otras grandes cuestiones que confrontan al ser con la nada, con el no-ser, con la unidad y con la pluralidad y se desencadenan grandes incógnitas. Porque, sin perjuicio de nuestra estantería de libros, o de lo que cada uno haya reservado para enfrentarse al infinito, una silla parece no ser nada al lado de la inagotable extensión del universo. Y entonces resulta que ahora, otra vez, algo se afecta en lo que haya de ser el ser. Por ejemplo, si el espacio es infinito ¿cómo señalarlo si no tiene límites? ¿Acaso es algo que no es?

La mente siempre encuentra praderas en las que el Sol y los vientos helados se reparten las horas. Vamos a hacer un breve ensayo al objeto de reivindicar nuestro derecho a correr entre las verdes laderas. Por eso, si me sitúo en un escenario cerrado en el que la salida se encuentre en uno de los lados a la espalda ¿qué me ocurre si quiero salir por otro de los lados? Es evidente que si no quiero enjaularme entre deseos ilusorios no puedo dejar de caer en la cuenta de que la salida estaba en un lado y no en cualquiera. Si especulo con un universo infinito, la mente no me va a dejar funcionar con límites que se deriven de ese mismo tipo de universo y, no obstante, va andar advirtiéndome con sus inclementes señales. Por ejemplo, si reconozco que somos libres tendré que reconocer que el futuro (o parte de él) no está escrito; de lo contrario o reconozco que no somos libres o diré que es lo que no es. Lo que intento aclarar es que decir lo que no es, responde a una mecánica relativa, porque solo será lo que no es en relación con lo que es. Es decir, si somos libres, entonces afirmar que el futuro está escrito es afirmar que no somos libres.

Este tipo de inconsistencias son posibles, y de hecho son reales, porque lo que es implica dos cosas: una el objeto separado y otra su representación racional. Consideremos que señalar algo y decir que solo se derivará una cosa, es algo difícil de probar porque ese algo y el sujeto que señala son, al menos, dos cosas. Si se dijese que el ser podría implicar una sola cosa se diría con acierto si se demostrase: esto es, si se dijese que solo existe el todo, por ejemplo. Pero, por cuanto hay dos seres implicados se comprende que entre ellos exista una adecuación o no. Comprobemos esto. Así, presupondría que la operación del sujeto humano cuando delimitase intelectualmente algo comprenda un conjunto de conocimientos que integraran entre otras cosas las dimensiones del tiempo y del espacio. Por ejemplo, se puede querer delimitar el agua y detener la observación en el tiempo antes de que se convierta en vapor; o se puede querer delimitar la luz reflejada sin extenderse hasta su fuente. La cuestión es que apoyándose en una información u otra, se podría pensar que el universo fuere infinito o no. Entonces, al fin y al cabo, la operación de delimitar estaría sujeta a decisiones y por lo tanto la adecuación con la cosa para determinar el ser tendría distintas posibilidades; de hecho si el objeto separado es el mismo, las distintas posibilidades serán contradictorias entre sí. Otra cosa es la mentira, que ocurre cuando la adecuación se pretende hacer con mala intención, ocultando información deliberadamente.

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