El capitalismo (12)

A escala capitalista, el dinero acumulado es un contrapoder. En la medida en que el capital crece, el poder político se corrompe. No es posible que convivan pacíficamente, un poder cuya función natural es servir a la prosperidad de la sociedad, y otro cuya función es excluir la participación política de la gente. La única forma que el capitalista tiene de seguir siéndolo, es acumulando más dinero; se trata de una máquina de desahuciar gente. Todo el miedo que el capitalista traga en su personal precipicio, lleva el color de una película dorada cuando toma la mano de sus víctimas. Es una máquina de imponer terror.

Una de las escenografías más calculadas que el capitalista usa para legitimar su contrapoder, es vomitar frente a la ilegalidad. Es necesario, aquí también, mantener la firmeza: La conducta del capitalista para con la Ley es siempre torcida. ¿Quién, que cae por un vacío propio, se endereza con cosas impropias? De hecho, si en tan gran abismo clavase el capitalista un solo principio, si sujetase algo que no pudiera sumar a su misma carne, tendría ya la atadura para rectificarse. El capitalista llora cruelmente por su signo negativo, y se consuela ávidamente en su elevado yo. Le hunde la soberbia; y bajo el peso del no ser, crece su iracundia; y tanto peso, le sepulta con la pereza para no luchar. Le devora la avaricia; y cada cosa que no posee dentro de su sinsentido, le causa una heladora envidia. El capitalista vive enfrentado a la ley. La justicia es amar; y el capitalista no puede amar si necesita acumular más dinero.

Su contrapoder absorbente, paralegal y antropófago, es huidizo. Es que su miedo en shock, lo hace esquivo. El rebufo de su fuga es tan potente, que arrastra gobiernos, naciones, ejércitos, mentes e ideas, ilusiones y verdades. Todo el dinero de sus bolsillos siempre está tras él, acelerando una escapada de titánicas agallas. Así es su contrapoder, un agujero negro del que solo escapa la mentira para atrapar más víctimas…

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