El capitalismo (3)

Esto puede servirnos provisionalmente de modelo:

En el centro, se encuentra el capital. Entiéndase por capital el dinero ahorrado. No poco: mucho, muchísimo. Si fuese poco, estaríamos hablando de un empresario, no de un capitalista. No es que un empresario se diferencie de un capitalista solo en que su riqueza material sea cualitativamente distinta (en cantidad); pues además se diferencian en los fines esenciales: el fin de un capitalista es acumular riqueza; el de un empresario es crear riqueza. Si, por ejemplo, un sujeto se determina a sí mismo para acumular riqueza y además tiene cuantitativamente poca riqueza material, ni se trata de un capitalista, ni de un empresario: estaríamos hablando de un ciudadano mal intencionado. El caso contrario, el de un sujeto con mucha riqueza acumulada, determinado por sí mismo a crear riqueza, provocará que a medio plazo se convierta en un empresario con poca riqueza acumulada. Vamos a ver, que quede bien claro: el capitalista siempre es un ser mal intencionado. Por el otro lado, un emprendedor, un empresario, siempre es un ser al que su valentía le obliga a llevar poca carga y a dar pronto. Ambos son hormigas, pero el capitalista es la reina.

Si en el centro está el capital, en los extremos se encuentran las hendiduras. Por ellas, hacia un lado caen afuera los que se empobrecen, y hacia el otro, se empuja el dinero hacia el centro. De los que caen afuera, unos nunca vuelven. Otros, vuelven alguna vez o encuentran otras hendiduras. De los que empujan el dinero hacia el centro, unos van junto al dinero hasta donde pueden, y unas veces, se quedan a menos distancia, y otras vuelven hacia atrás. Entre el centro y el final, todo son hendiduras. Cuanto más lejos del centro, las hendiduras son más pequeñas y más numerosas. Todas las hendiduras tienen dos direcciones: una hacia el centro y otra hacia fuera. La que va hacia el centro transporta personas y dinero; la que va hacia fuera solo transporta personas.

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