La insolidaridad del izquierdismo

Independentismo, igual que secesionismo, o si se quiere, separatismo, cuando se trata de tendencias populistas, sin justificación social, sin amparo en la opresión civil, se edifican sobre la insolidaridad. En efecto, nada más fácil de percibir, que el empuje hacia la autoexclusión que ejerce la insolidaridad en una persona.

El insolidario, más allá de ser individualista, traspasa estos límites, y su rumbo es la avaricia. Porque el individualismo, es una posición frente a la sobredimensión de lo público; pero el insolidario es incompatible con lo generoso, al contrario del individualista. El insolidario, además, suele sentir debilidad por la envidia, porque esta le sirve de catalizador. Es como su café de la mañana. Puede vivir sin beberlo, pero al fin y al cabo, le cuesta (no caer en la envidia). El problema es que el insolidario prefiere construir un presente en el que tenga que dar menos. Y esto le hace ser una persona corrompida.

La izquierda catalana (izquierdismo propiamente dicho), es mayoritariamente separatista. Esto es, insolidaria y libre. O esclava de su avaricia. Porque si no fuese libre, como digo, estaría oprimida (o su pueblo estaría oprimido). Es evidente que una izquierda insolidaria no es izquierda: pero sí es pseudoizquierda (o izquierdismo). Igual que la derecha insolidaria sería pseudoderecha (o derechismo). Está claro, que la insolidaridad (como la avaricia), es un mal que afecta a la persona y la convierte en un ser necesitado de más ayuda que otros.

Quizás, en Cataluña, este mal haya aumentado más el izquierdismo que el derechismo. Quizás sea porque la ideología de izquierdas pase por una crisis de identidad tal, que el vacío asociado a la indecisión ideológica, sea como un agujero negro dentro del individuo. Un abismo que le haga más débil para la generosidad.

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