Ídolos (1)

Se plantea la pregunta de si conviene idolatrar símbolos, o si, como sea que estos, vienen a representar ideas, si entonces conviene idolatrar ideas. Esta misma cuestión vale igualmente si los símbolos y las ideas se sustituyen por personas y cargos respectivamente.

Por un lado, las personas, en tanto que miembros de una comunidad, desempeñan cargos cuya autoridad, parece que es digna de observancia. Y por esto, parece que ellas mismas, habrán de ser merecedoras, por representación, de un semejante seguimiento. Es más, parece que, tanto ideas como personas, son dignas, en algún caso, de prosecución. Por otro lado, parece que el individuo, no debe sino guiarse por su propia voluntad y evitar seguidismos. Sobren los ejemplos.

Entonces, quedaría establecido que, bajo determinadas circunstancias, sería conveniente seguir otras ideas o personas que a las de uno mismo; y en concurrencia de las otras circunstancias, por lo tanto, lo conveniente sería, guardar celo por la propia voluntad. También, de otro modo, quedaría establecido que, o nunca o siempre habría que dejarse llevar por ideas o personas ajenas. Y también, como afirmaba en otro momento, se debe añadir que el actuar siguiendo libremente la determinación de alguna voluntad ajena, ofrecía la belleza de alimentar la confianza y el sentimiento del aprecio al otro. Mas que esto, sea dicho, solo es predicable respecto de una voluntad superior: Respecto de la Voluntad Creadora.

En mi opinión, las opciones de seguir, o siempre o nunca, las ideas y personas ajenas, no pueden ser contempladas como reglas morales. En el primer caso, nuestra personalidad quedaría anulada; en el segundo, la infancia sería una tragedia.

Ahora bien, parece que en lo relativo al individuo mismo, lo recomendable es no seguir nunca, ni ideas, ni a personas ajenas. Consejo que podría ser debido al natural imperio de la conciencia. Si esto último fuese así, entonces, la dignidad humana quedaría constituida por la vitalidad de la propia voluntad. La dignidad humana sería la libre voluntad del individuo al mirarse a sí misma bajo el imperio de su conciencia. Resultaría que el consumo de ideas o de personas ajenas, representaría un peligro para la dignidad del individuo.

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