España

Se escucha últimamente, parecido en relevancia a la visibilidad con la que se divisan las puntas de las lanzas en las formaciones, que el "episodio nacional", es una cuestión política y no de legalidad.

Es cierto que, en la vida, todo debería encontrar una explicación política. En su sentido más amplio ¿Quién no tiene una pequeña fortificación, por muy valiente que sea? ¿Verdad? Y lo que ocurre, es que el ser humano desempeña múltiples funciones, no solo la de actuar como ciudadano. Mas sea que, en cualquier caso, hacer incompatibles entre sí, lo que pertenece a la política y lo que es de la Ley, me parece incorrecto.

De hecho, tras escucharse aquellas cosas que dijimos, lo más curioso es que por quienes las dicen, se continúa con un lenguaje en el que los derechos y las obligaciones vuelven a utilizarse como razones. Por eso, resulta claramente contradictorio (sin embargo, también tiene discursivamente su propia eficacia). No obstante, los falsos entimemas han pervivido hasta hoy, y no precisamente por ser inútiles.

Lo que yo más bien creo que quieren decir con que la ley no debe servir para juzgar algunos actos, es que para ellos existe otra ley. Lo digo porque, al fin y al cabo, es imposible hablar de políticas detrás de las cuales no haya una norma. En el peor de los casos, quienes así hablan negando el impenetrable imperio de la Ley, también siempre responden, aunque sea ante la suya propia. Y estos, desde tiempos inmemorables, ya tienen su nombre: dictadores. Son políticos, sí, pero dictadores. Porque nadie, que no sea un ser inhumano, actúa sin razones u obligado de otra forma.

La razón política, solo en la medida en la que se exprese como causa eficaz, puede desmembrarse de las normas jurídicas. Pero, en la medida en la que desee servir como justificación de la actividad, necesariamente ha de amoldarse a una norma. Como decimos, lo contrario, no es sino el imperio de otra ley: la del más fuerte sirviendo a la falsedad y a la mentira.

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