No hablan en serio

Muchas veces, nos olvidamos de creer. No sé si todo empieza con la pereza, con la voluntad de buscar aquí, o con las ocupaciones de cada día. Lo que ocurre, es que he pensado, que si nuestra vida no trascendiera este mundo ¿qué podría yo mismo desear? Porque, si realmente, me fuese extirpado del corazón el poder de sentir esa trascendencia, si realmente, estuviese convencido de que mi vida es algo que, como la de mis antepasados, no tiene futuro al lado de la muerte ¿haría algo por nada? Creo que si mi corazón se quedase tan vacío de esperanza, mi mentalidad cambiaría por completo. Supongo que ya no podría pensar en el futuro de las generaciones venideras ¿para qué? ¿Qué me importarán los seres humanos del futuro si su vida, será completamente inexistente con relación a la mía? Ciertamente, si yo tuviera plena conciencia de la total intrascendencia futura que nos traerá la muerte ¿sentiría la necesidad de preocuparme por nuestros futuros hermanos? ¿sentiría la obligación de cuidar el planeta, el medio ambiente y la paz del porvenir? Yo no creo que fuese, en este caso, una cuestión de no ser egoísta; porque, la propia evidencia del eterno vacío de nuestra muerte, resultaría ser una indestructible separación con cualquier más allá de nuestra vida presente. Una separación tan yerma, que nada se podría tender en ella. Posiblemente, en una tal mentalidad, sólida en sus más íntimas convicciones, no cabría ni el concepto de egoísmo, ni el de solidaridad. Pero, como nadie piensa de esa manera, como todo el mundo en su más interior sentimiento, tiene depositada la semilla de su vida trascendente, entonces, así ha crecido hasta donde la conocemos la mentalidad de la caridad.

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