En la casa del campo sí

No se le pueden poner "puertas al campo". En el Siglo de Oro español, esta máxima se usaba para hacer alusión a algo que no se podía realizar, o por lo menos, en la práctica, de imposible consecución. Hoy, no es infrecuente usar la expresión en defensa del derecho a la propiedad privada. En esto, se hace valer el evocador poder de la metáfora "puertas al campo de la libertad".

Es evidente que poner "puertas" (límites o prohibiciones) a la libertad, no solo es posible, sino que si se mira más detenidamente, la libertad es el presupuesto de las prohibiciones; y también lo es de los límites (entendidos como algo que puede o no ser im-puesto). Porque, si por límite se entiende algo necesario, entonces el término adecuado para designarlo es el de ley. Cierto que de las leyes naturales se suele decir que son límites delante de cada ser humano; pero se dice así por compartir el requisito de ser infranqueables: pues en la medida en la que no son contingentes, no son límites, sino leyes. Después de lo anterior se preguntará si puesto que la libertad es presupuesto, es decir, si como se ha dicho, no hay prohibiciones sin libertad, ¿puede haber libertad sin prohibiciones? Porque si la correspondencia es recíproca, entonces, a todo monte se le pueden poner puertas (entendiendo la metáfora en el sentido indicado del "campo de la libertad"). En otro caso, ¿y qué libertad sería esa que no conoce de prohibiciones? Pues en defensa de una libertad tal, sí cabría la retórica del adagio "al campo no se le pueden poner puertas".

Hablando sobre la libertad, parecería claro que hay cosas hechas libremente, y que no implican ninguna prohibición. Si cada acto libre fuese seguido de una prohibición sobre el mismo acto, estaríamos ante algún tipo de ley, pero sobre todo, estaríamos ante un contrasentido. Entonces habría actos que son libres y que no "deben" ser prohibidos. Se podría decir, respecto de ese tipo de actos que prohibirlos, sería como "poner puertas al campo". Porque oprimir la libertad, es la tarea que más violencia requiere de todas las que conoce el ser humano. De hecho, hay libertades, que son tan difíciles de limitar, que únicamente mediante el vil asesinato se creen impedir. Entiéndase que el móvil del asesinato es una cosa (la envidia, el odio, la venganza, la avaricia), muy distinta del fin que se persigue: extinguir actos de otra persona que se querrían prohibir (simplemente o para ordenarle otros).

Y si quedara claro que hay libertades que no pueden ser limitadas, lo único que quedaría por discutir es cuáles son, y por qué. En principio, visto superficialmente, es complicado. Por ejemplo, el acto de querer tener un hijo, resulta que según a qué edad, puede llegar a prohibirse; el acto de querer una muerte digna, pues, también según en qué circunstancias se prohíbe; el acto de querer dormirse, pues si por ejemplo, le apetece a uno en mitad de la calle, echarse al suelo a dormir, podría no permitírsele si le ocurre delante del Congreso; o por último, el acto de pensar una cosa u otra, se prohibirá si conlleva una omisión punible (dolosa, o incluso imprudente). Así, que parece que, después de todo, y sin perjuicio del deber de profundizar, decir que ninguna persona puede ser propietaria de bienes por encima de una cierta cantidad, no es "ponerle puertas al campo"; y es que por lo menos, y en principio, los campos que vemos desde la carretera, están también llenos de vallas.

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