A Eusebia

Virtuosísima Eusebia,

A ti, escúchame, preciosísima flor de miel, suavísima perla de estrellas; a ti, clarísima marea de universos; te traigo mis torpes pies torcidos. A ti, silentísima mirada de agua, te canto mis sordas jarcias.

Que ahora, preciadísima, si me dejas llamarte de cerca, hablarte como si te conociese, he caído en la cuenta de que me has faltado. Hace una hora que te busco y toda mi vida, en ese tiempo, se me ha volcado en balde. Y si pudieras, si tuviera yo un solo segundo más, dime qué punto sigue detrás de este otro que me quiero saltar. Que ya de nuevo vuelvo a olvidarme de ti. A dónde tengo que llevar estas burbujas de mi boca que se rompen cada noche. Dónde he de amontonar todos estos dibujos llenos de curvas sin cuestas, de rotaciones sin volver. Cuando he pensado en ti, he sentido que me llenaba de raíces. Queridísima pradera de coral. Cuando hace unos momentos te he visto, y en mi lugar me he encontrado mudo, tuve que alegrarme. Y también me he acordado de cuando hace mucho, aquella vez que mi voz apenas era fuerza, te pedía cada noche tus manos. Y ahora, tengo las piernas hundidas en mis ecos. Por lo menos, límpiame esta agua y échamela en los ojos.

Déjame que no ande con la vista puesta si no salvo nada. Y si el futuro se abre tanto que se extiende como el infinito, y si el futuro se me hace eterno en el mismo instante de sobrevenir, habré de tirar fuerte de tus brazos hasta que me saques de esas ciegas prisiones.

Entradas populares