En el centro educativo

Creo que se puede sostener que la educación, supone un bien de primordial para el ser humano. En cualquier caso, negar lo anterior, implica abrir un debate de consecuencias básicas para la cultura humana. De hecho, asegurar que la educación del individuo es secundaria, en comparación, por ejemplo, con su destino, su capacidad natural o su herencia civil, desde luego que tiene efectos políticos de peso. Supongamos por un m omento, como se ha dicho, que el destino o la capacidad natural o la herencia civil del individuo, sirvieran para desplazar a la educación del primer orden de los objetivos sociales; resultaría que la falta de educación sería admisible, si la persona acreditase un mejor destino, o una capacidad admirable o un título jurídico poderoso. Pero se ha dicho que esto sería otra reflexión, y por lo tanto aquí se queda.

El caso, es que se sostiene que un ciudadano educado, es el principio de una sociedad próspera. Pero, ¿educado en qué?, ¿es suficiente que su educación comprenda la obligación de hacer el bien? En realidad, una sociedad debería estar en Paz, si sus miembros hacen el bien; porque ¿no quedará perfectamente colmada de beneficios? Así, no solo sería suficiente, sino que no se podría pedir más.

Ahora bien, una cosa es el método y otra cosa es el objetivo. Quiero recordar que no es lo mismo creer que cada persona posee la capacidad natural de discernir el bien del mal, que decir que somos un conjunto de células (de materia al fin y al cabo), al que se ha de habituar. Para el primer caso, el del método, si lo que se desea es habituar lo que sea, se encontrarán soluciones diferentes que si se desea ayudar a despertar el sentido propio de cada uno. Lo mismo pasa con el objetivo, porque, más allá del objetivo implícito de cada método, la finalidad, según la perspectiva celular, será la felicidad de cada uno, y según el otro modo de creer, será el amor al prójimo. Pero en relación con el método, cuando de lo que se trate sea el ayudar a que en cada uno, florezca su potencial personal, por mucho que se quiera generalizar, no podrá hacerse coincidir con el método para habituar a alguien que no se conciba bajo el mismo significado.

El método de una educación basada en la concepción de la persona como un ser responsable, exige poner al criado en el centro y asumir que tiene una cierta necesidad de ser ayudado. Sin embargo, el método donde la necesidad de la persona sea el aprender un hábito, desconectado de toda virtud, podrá situar al criado en la periferia, al educador en el centro (como dueño de los hábitos que es), y podrá asimismo, instrumentalizar la necesidad educativa, considerándola no algo propio del sentido interior de cada uno, sino algo simplemente práctico.

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