Moción de censura (uno)

En algún discurso que se ha escuchado esta mañana en la Cámara Baja de las Cortes Generales, me he quedado con la impresión de que se atacaba la libertad ideológica. Se estaba platicando que pensar que España es una, no debería estar permitido. No voy a volver sobre el principio que numerosos filósofos postulan, según el cual la realidad se desenvolvería entre la unidad y la pluralidad. Pero, vamos, que si hay alguien que piensa que la pluralidad no contradice la unidad, o incluso que toda pluralidad es división, no creo que por esto se le deba intentar sacar los colores.

Muchas personas no consideran la libertad ideológica como un derecho humano. En el fondo, se trata de una carga del deseo de poder, cuyo peso, arrastra (sin enmienda), la pasión hacia la envidia. Podemos especular que, según la capacidad del individuo para disimular, este padecer del bien ajeno se notará más, o menos.

La trama se urde desde que el deseo de poder comienza a roer la buena voluntad. Es este un deseo muy ambicioso; y también embiste sobre las ideologías contrarias, sobre todo cuando amenazan sus expectativas. Esto produce una rocosa envidia hasta que, o el deseo se calma, o la ideología que se le interpone, es expropiada o destruida (ataques a la libertad ideológica).

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