Ricos y trile

El único problema de la moneda es que es una imagen congelada. Por lo demás podemos decir que es bastante útil. No sé, ahora mismo se me ocurre que para ilustrar el ejemplo, si la moneda fuese una pala en la que cupiese justamente el contenido de un cierto cubo, y ocurriese que la frecuencia con que el cubo se llenase y vertiese a la pala, fuese tan flexible y dinámica que la pala no pudiera seguirlo al descargarse y prepararse de nuevo para la nueva carga, entonces la mayor parte de lo que trajera el cubo nunca después lo llevaría la pala a su sitio. Más o menos, el cubo desparramaría aquí y allá, unas veces más, otras menos, y entonces, aquella medida justa de la pala respecto del cubo no sería más que una razón sin sentido. Y bueno, que también suponíamos que lo que el cubo llevaba, era aquello de lo que la pala debía ser la imagen proporcionada y fiel.

Me gustaría creer, que esta infantil ocurrencia, se entenderá mejor con un ejemplo real: Si quien fabrica la moneda (la cual debe ser imagen proporcionada y fiel de lo que con ella se compra), de cada dos piezas que hace, una la comparte con su amigo, entonces en lugar de dos tendrá ahora que hacer tres (para que no se note). Parece un lío. Efectivamente. Este lío lleva sirviendo miles de años a los más ricos en perjuicio de los pobres. Efectivamente, cuanto más se parezca al trile, más asombroso resultará pensar que los ricos no lo son por méritos propios. Pues quién no sabe que la prestidigitación solo es un juego de malabaristas y no de ricos.

El asunto se vuelve más diabólico si, además de ser la imagen congelada más grande cabiendo lo mismo, resulta que lo que dije que valía uno, ahora lo regalo, o lo vendo a pérdidas, o lo guardo, o ahora no, pero por la tarde sí o a otro. Aquí no es trile, pero lo llaman estadística. Sí, más fino. También Marx cayó en el engaño y trató este problema desde el punto de vista estadístico: Como si con las medias numéricas se pudiese convertir el río de la humanidad en una imagen más congelada. Al final casi todos adoramos la moneda.

A mí lo que más me preocupa es que el carácter tan absolutamente propio de bien común que al fin y al cabo tiene la moneda, se esconde permanentemente en el lugar que nunca adivinamos de los tres posibles.

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