Cocina fusión

La industria eléctrica española está formada por empresas privadas, que se apropian de tres recursos ajenos: el capital humano, las infraestructuras públicas y las fuentes de energía primarias. Esta industria ha nacido, crecido, se ha desarrollado y se ha reproducido, absorbiendo dinero público, proveniente en su integridad del bolsillo de los ciudadanos.

Para no perdernos entre denominaciones, lo importante es conocer el esquema con el que funciona en estos casos la alta burguesía, muy mezclada con la nobleza (ya no es exactamente como en los siglos XVI y XVII, cuando la nobleza se encontró superada por la revolución del modelo productivo que surgía en los talleres urbanos). Pero en todo caso, a pesar de que la irrupción de la burguesía se presenta como una derrota de la nobleza, habría que dudar que la nobleza haya caído en su poder económico, porque los capitales financieros nunca han dejado de pertenecerle.

Pero bueno, el caso, es que el esquema es el siguiente (léase de todas formas el artículo "La saca pública", para añadir más puntos de vista): El "Estado", mediante obra pública construye infraestructura propia de la industria. Esta "industria" estatal, se dirige desde las carteras ministeriales y se edifica con dinero público (también aparecen créditos curiosamente garantizados por el Estado, como el de Export-Import Bank, de Washington, concedido a Endesa en 1959). La magnitud de esta "industria" estatal, supera los límites locales y alcanza un nivel de operaciones de escala internacional. Llegado cierto momento, la "industria" estatal se pasa a manos privadas en su totalidad, a coste de precios artificiales que suponen incalculables pérdidas para la inversión pública (interés ciudadano). Naturalmente en la mayoría de las ocasiones, estas operaciones de traspaso se han producido de forma opaca a cualesquiera controles. La consecuencia es que los dueños del capital financiero, la alta burguesía junto con la alta nobleza, se apropian de un recurso público, construido con capitales sociales, de altísima rentabilidad mercantil y a unos costes altísimamente subvencionados (después les parecen mal las ayudas públicas a las clases bajas). Es necesario advertir que estas redes no pueden evitar funcionar a nivel de monopolio, a lo que se añade que por ellas fluyen recursos naturales (expropiados a la sociedad en favor del monopolio privado), por lo que los precios a los que se venderá el producto, no solo serán siempre impuestos, sino que si su imposición se deja en manos privadas, serán siempre abusivos (por incluir ganancias que no retornan íntegramente a la sociedad).

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