Cápsulas

En estos días, he experimentado una sensación muy especial, que me desencadenaba una tranquilidad muy agradable. Cuando iba mirando por la ventana, de vuelta o al ir a mi destino, ocupado en pensamientos malsonantes, en problemas humanos que sudan sufrimientos, desorientado en los escondites de la injusticia, en varias ocasiones se me ha chocado con la vista una ráfaga de amapolas, que iban a la velocidad de mi transporte; y esos rojos vaporosos, transparentes, asedados, yéndose tras irrumpirme, me dejaban en coma un segundo y sin gravidez el resto de cinco.

Estos días de mayo seco, que asfixian las debiluchas yerbas verdes, que abrillantan de paja el campo, están pasando al lado de las penas y no las siegan. Yo que voy levantando cada grito que veo, que le pido al viento afilado que se lo lleve desangrado ya, sigo callado esperando. Porque en estos días de tierra seca, nada quiere cerrar el puño y lanzar al Sol mis años, a la boca de su hoguera.

Esta primavera desértica, que se encara a las flores y a los gorjeos, a los fecundos trinos de mis nidos, no quiere pasar de largo ya. Que no truena ni se llueve, que no grita como siempre, loca de alegría, torciendo con su torrente las acostumbradas formas. Ahora no, y calla como el invierno frío, cuando los silencios de la calle no dejan de empujarme. Ahora que se esconde detrás del río delgado, no quiere levantar el polvo de la miedosa ciudad.



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