El capital financiero hoy (I)

Más o menos, se llama rama de actividad a una especie de sector económico. Esto es, tenemos ramas pero no tenemos troncos. No es que se pretenda decir que en las labores semánticas haya que respetar las homonimias por familias, pero por lo menos, que si se llama rama a la industria extractiva de crudo de petróleo, que entonces se llame tronco a la población activa y raíz a la sociedad.

Pero no, ni tronco ni raíces. La población activa se trata como una suma de gorgojos (perdóneseme el coloquialismo), y la sociedad como la bola del pelotari.

La acumulación del capital ha alcanzado niveles tan desarrollados, que el nuevo adolescente echa roncas cada vez más pasmosas. Por un lado es admirable: su piel tirante, brillante, y su rapidez de maniobra. Por otro lado cada vez tiene un puesto más prominente en la mesa. Cada vez, el capital es más hombre y los hombres más números. Cada vez su vida pesa más, y la de los ciudadanos vale menos. Últimamente, se multiplican las recomendaciones de las instituciones oficiales, que esconden escalas de valores donde lo primero es la inversión de capitales y no la necesidad de las personas: ¿Quién piensa que lo que más necesitan los pobres es endeudarse? Supongo que los propietarios del capital financiero; parece mentira pero es verdad.

El proceso de acumulación del capital financiero se ha encontrado con el histórico regalo de las tecnologías computacionales engazado con la electricidad. Se une el subdesarrollo de la gobernanza mundial, lo que le permite saltarse las fronteras de rotación en rotación terrestre. El resultado es una infraestructura global sin sujeción a las normas, en poder de grupos muy pequeños y muy perfeccionada en cuanto a su eficacia para encriptar los capitales financieros, para dirigirlos y para colocarlos localmente casi instantáneamente, con plenas garantías para su evasión.













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