Campos Elíseos (en recuerdo de un amigo)

La historia se repite, pero la historia no se repite. Es como que cada día tiene su noche, pero todos los días son distintos.

En la medida en la que las contradicciones sociales se vuelvan insostenibles, el recurso a la violencia contra la justicia, siempre encontrará un partido político que lo lidere. Pero cada vez que la opresión humana destile sangre, los nuevos sacrificados pertenecerán a una cultura distinta.

Cuando el discurso de la culpa de las desigualdades sociales recae en la corrupción y en la inmigración, la historia se repite desde los reyes babilónicos. Pero en cada ocasión que un salvapatrias se alce sobre el río revuelto, el odio que el poder de los ricos le infiltrará, mirará hacia otro lado.

La codicia del rico siempre tendrá la misma naturaleza, y la respuesta de su avaricia siempre crecerá en rabia cuanto más descubran su robado tesoro; pero cada vez que a su mercado lleguen menos esclavos, lo ocultará en una nueva obra de teatro.

En los Campos Elíseos apenas hay espacio para los nuevos actores. Entre Notre Dame y la Asamblea Constituyente, parece que la sombra de Roma ocupa todo el terreno. Europa también es París, o mejor dicho: la Unión Europea es la Revolución Francesa. Pero nunca se sabe, porque la Democracia dicen que es Atenas, y sin embargo Licurgo tuvo menos ricos. Al fin y al cabo, Paz y Tierra para todos ni es un mensaje francés ni griego. Son palabras universales que pertenecen a la comunidad humana; palabras que todo salvapatrias viene a crucificar con nueva sangre.

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