¿Quién grita al inmigrante?

Cuando la desigualdad se agranda, también empeoran otras relaciones. Entre ellas se encuentra la migración, que como si de un escalamiento se tratase, comienza a agrandarse para reducir la desigualdad. Y como las culturas pierden la costumbre de acariciarse entre sí, los encuentros poblacionales, además, son criticados por su fealdad estética.

El primer problema, evidentemente, es la cuestión de la justicia. Conforme mayor injusticia haya en la distribución de la riqueza, mayor número de personas avanzarán hacia fuera. La avaricia rompe el saco.

Puedo distinguir dos tipos de desigualdad. Una, aquella que, fijando un elemento común entre varias cosas, surge de dicho elemento, y señala las desigualdades que lo rodean en cada una de las distintas cosas. Por ejemplo, entre los niños, si fijamos como un elemento común de ellos el necesitar el cuidado de sus padres, a partir de esto, señalamos las desigualdades de cada uno, por razón de sus naturalezas, más o menos saludables. Esta desigualdad se traiciona haciendo de lo común la identidad.

Otra desigualdad, es aquella que partiendo de la ausencia de lo común entre varias cosas, se construye entre ellas una igualdad o equivalencia, a través de la cual se identifican. Por ejemplo, dos personas sin relación previa, establecen un lazo de convivencia. Esta igualdad se traiciona haciendo de la desigualdad la identidad.

Al fin y al cabo, si las personas convierten las desigualdades en igualdades y viceversa, igual que se harán muchas otras cosas, unas y otras sufrirán las consecuencias de su injusticia, y seguiremos persiguiéndonos unos a la busca de otros sin encontrar la Paz de lo justo.

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