El "no" a la violencia en Colombia

Sobre la Paz hay mucho que decir, pero mucho más hay que dar. El dato aquí, en Colombia me refiero, no es la diferencia entre el "sí" y el "no", sino el 60% de abstención producida.

Esta mañana, se escuchaba en Libertad Digital la voz acre del Sr. Jiménez Losantos, que sonaba entrecortada por afrentas. Sin darse cuenta, estaba ensuciando el nombre del perdón. No ya el de la Paz, porque ese hombre parece desconocer su palabra, sino que ensuciaba el sacrificio ya hecho y que todavía necesita el cese de la violencia.

Un acuerdo de Paz, en tanto que se produce entre enemigos, exige en primer término el compromiso de cesar de odiarse. Si este compromiso se alcanza, se habrá plantado gran parte de la semilla de la Paz; porque sin odio, lo que brotará es el amor: La fuente de la que bebe la convivencia pacífica. Ahora bien, las cuestiones indemnizatorias y de aplicación de castigos, las cuestiones de la culpa y las cuestiones de la rehabilitación personal de los enemigos, forman parte de las consecuencias de la violencia, que se escocerán dramáticamente, pero al calor del compromiso del cese del odio.

La gente de Paz no es la mismo que la gente que necesita la Paz. Los violentos necesitan la Paz, y muchas víctimas eran y son gente de Paz.

La mayoría de la población en Colombia se ha abstenido en la consulta de ayer. Esa opinión también cuenta, porque aunque la Ley, tenga deslumbrada a la opinión pública cuando sólo cuenta los votos, esto no significa que las cosas signifiquen lo que dicen las urnas desde su interior. Por lo menos, a los efectos (in)formales de las obligaciones éticas, uno debe saber que la opinión del que calla contiene una impresión tan verdadera como la del que se pronuncia.

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