El buen trato a los toros

En mi humilde opinión, hasta donde alcanzo a entender, a los animales se los sacrifica. Si se considerase la injusticia de tal acto, y en consecuencia, se determinase la necesidad de prohibirlo, no cabe duda que se estaría imponiendo el modo absoluto de alimentación del ser humano. Esto no tiene sentido.

La relación que lo anterior guarda con el trato animal, es desde luego ninguna. Pues una conducta de aquel tipo, como la de servirnos de sus vidas, no puede dividirse según los criterios de trato. Ahora bien, el modo de ejecutar el acto, puede criticarse que sea analizado según la perspectiva del trato. Así, lidiarlo en su fatalidad con más o menos celo.

Cuando de las suertes se hace un espectáculo, comenzamos a sentirnos ruborizados; a nadie le gusta que lo observen, ni que se sienta placer haciendo chismes con su persona. Sentarse a mirar cómo la vida actúa sobre los demás, es el mayor espectáculo que se conoce. Se practica a lo largo de todo el globo terráqueo, y su historia no conoce límites.

Entre los españoles, que se me disculpe la amplitud, el espectáculo taurino, la tauromaquia, ruboriza profundamente y llega a conmover. Quizás sea un arte, sí; quizá sea un arte del vigor.

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