Terceras elecciones

El cuadro de lo político, en el sentido de la "potestas" (lo que en Derecho se resume a veces como el "poder socialmente reconocido"), siempre quiere ser pintado en clave de "linaje" y "elitismo". Paradójicamente, por mucho que la "potestas" la posean personas que digan representar a las clases bajas, a los parias o a los calamitosos, las dignidades públicas buscan colores brillantes.

Ese mundo de normas que también comprende la política, inmaterial e ingrávido, donde cada uno es una dinámica entelequia, en realidad, no puede ser pintado. Con frecuencia parece que no vale nada o que no contribuye. No es cierto. Su aparente futilidad es sólo una reacción de la injusticia. Porque la injusticia se mueve por reacciones, no por acciones. La injusticia que emane el ejercicio de la "potestas", junto a la inmaterialidad de lo político, transmiten juntas un enorme vacío.

Una vez más, pienso que la solución de unas nuevas elecciones, es una salida ilegal, un juego que no permite la Constitución del Estado. Entre personas sin necesidad, está hasta bien visto vacilarse de vez en cuando; pero esa costumbre no está recogida por la "dura lex, sed lex", y difícilmente lo estará. Ninguna cámara representativa puede desatender su fundamental obligación de llegar a acuerdos por mayorías y renovarse periódicamente. El desacuerdo desconstituyente es un fraude de ley: Un fraude típico que sólo puede justificarse con injusticia.

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