Dopaje y corrupción

Estamos siempre dispuestos a hacer aquello que nos dicte la conciencia. Porque a pesar de toda la propaganda imperante, del ruido de los motores, o de las facturas pendientes, siempre hay un hueco para meter la mano y tocar el picaporte de nuestra alegría.

Si la Sra. Barberá es o no presunta, o si la corrupción política es o no una cortina de humo, ello no importa tanto como saber quiénes son las víctimas. En derecho penal a las víctimas, se las llama "ofendidos" o "perjudicados" (dependiendo), según se les haya causado un daño directo, o sólo al bolsillo. Son las cosas del lenguaje, porque bien pensado, el perjuicio económico es una buena ofensa: pregúntenle al ministro de hacienda si no le ofende que los bancos no devuelvan el dinero…; quizás no sea lo mismo, y no le ofenda, no.

Fíjense que ahora nos van a decir que no sólo se dopaban unos: unos hackers han encontrado la noticia. Aquí no sé si la guerra es entre países o entre marcas. Aunque puedo figurarme que detrás de este verano, habrá movimientos en los instrumentos y balanzas. Está claro que una parte se había quedado obsoleta y ha llegado el tiempo de cambiar de coche. Supongo que es buen momento para apostar por el dopaje de alta gama; lo que ocurre, es que tiene que ser más caro. Por eso ya está pasando como con las empresas: sólo resisten las ricas. La verdad es que la competición deportiva ya no tiene nada de romántica (Barcelona 7 - Atlético 1).

Como decía, la conciencia es bastante importante.

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