Inmunidad personal

Todo empezaría preguntándose (y respondiéndose) uno/a, si entre los seres humanos adultos, existentes o que hayan existido o vayan a existir, hay diferencias que los hagan mejores o peores entre sí. Simplificando las respuestas tendremos que, o sí hay esas diferencias, o que no las hay. En el primer caso se diría que unos seres humanos son, fueron o pueden ser peores o mejores que otros. En el segundo caso, los seres humanos no son, ni serán unos respecto de otros, mejores o peores. En esta simplificación, convengamos en que, en el caso de ser en unas cosas mejores y en otras peores, esto lo asimilaremos al caso de la primera respuesta.

Así pues, vamos a suponer el caso de la segunda respuesta, en el que tales diferencias no las hay. Esto significa, como hemos visto, que ningún ser humano es, ha sido, ni será, mejor o peor que otro.

Ahora bien, dejemos de lado la demostración de esta última afirmación y, continuando en la suposición, pensemos en una de sus consecuencias imaginables. Por ejemplo, si eso es así, ¿daría igual lo que haga cada uno/a, puesto que nada los va a hacer mejor o peor a nadie? Hagamos un punto y aparte.

Ahora pensemos en si cada ser humano adulto tiene, como una parte de sí mismo, algo así como lo que se llama conciencia, o libertad, o si se puede decir que es responsable. Pues bien, de ser así, cada persona estaría capacitada para actuar, al fin y al cabo, conforme a su criterio. Esto, permitiría a cada ser humano para ser inmune al criterio de los demás.

Resultaría entonces, que siendo por un lado que nada de lo que uno/a haga o hace, o haya hecho, nos convertiría en mejores o peores, y por otro lado, que la conciencia individual es la regla del actuar humano, el valor de cada ser humano es inviolable, es absoluto e incomparable, y por ello, sólo reconocible en la intimidad personal.

Propongamos pues, una regla, conocida de tiempo inmemorial como tria praecepta iuris, que dice honeste vivere, neminem laedere, suum cuique tribuere. Los tres preceptos del derecho: vivir honestamente, no dañar a nadie, dar a cada uno lo suyo.