La pirámide política (6)
La subordinación se
opone a la autonomía pero no a la libertad. La persona subordinada actúa según
una voluntad ajena, lo que implica que su autonomía es inoperante: sin embargo
su libertad puede permanecer íntegra. No sería libre si en cualquier momento no
pudiese sustituir con su propia voluntad, la voluntad ajena. Siendo esto así,
que la restitución de la voluntad propia (de la autonomía del subordinado) no
está impedida por el sólo hecho de la subordinación, resulta que la eventual
restitución depende de su libertad, y en consecuencia, ésta siempre permanece
íntegra.
La sujeción a una
voluntad ajena por mor de la fuerza, no se asemeja a la subordinación tal y
como la estamos entendiendo. Al existir fuerza, la relación entre los sujetos
no se basa en la libertad; la libertad y la fuerza se distinguen radicalmente.
La fuerza que
desarrolla un sujeto sobre otro sujeto, se despliega a través de un campo que
se genera en el sujeto que la aplica. Igual que un campo magnético, también
aquí se puede observar que la distancia hace las veces de una variable
independiente. La sola presencia de un sujeto a distancia visual de 25 metros,
puede causar que su voluntad sea seguida por otro (por ejemplo mediante la
reactivación del miedo). Si particularmente, esta distancia se reduce, la
intensidad del miedo puede aumentar y la estabilidad de la sujeción a la
voluntad ajena, puede fortalecerse.
La fuerza que
desarrolla un sujeto sobre otro sujeto, siempre tiene una base física,
consistente en la interacción de los cuerpos de ambos sujetos. Desde el punto
de vista físico, se pueden encontrar distintas clases. Así, la fuerza física
aplicada a través de la masa directamente (reducir violentamente a una persona
para conducirla), o indirectamente (interponer obstáculos físicos a una persona
para conducirla); también a través de la representación cierta (introducir en
el entendimiento de otro sujeto la idea de una consecuencia negativa, no
participada por él pero condicionada a su conducta), o incierta (introducir en
el entendimiento del sujeto una mentira, sostenida desde el exterior para
conducirle). Naturalmente el sujeto pasivo de la fuerza repudiará personalmente
cualesquiera actos de fuerza que se le apliquen; cualquier tipo de
consentimiento que ofrezca, con el móvil de la fuerza que se le aplique, será
impuro; de esta forma, sólo en plena ausencia de fuerza, su consentimiento
puede ser limpio reflejo de su libertad.
La libertad es
anterior a la fuerza. Sin la libertad la fuerza del ser humano, en términos
absolutos, no podría operar. La fuerza es inseparable del ser humano, porque
sin esta facultad, la de producir un cambio en el exterior, el sujeto no podría
siquiera moverse. Sin embargo, para actuar es necesario ser libre. Un río no
actúa: ejecuta las leyes de la Naturaleza.
La libertad es la
noción más primaria que se identifica con el ser humano. No tiene el sentido de
una función vital, como el alimentarse, sino que tiene el sentido de
identificarse en la totalidad con el ser humano. En este sentido, la base de
todo lo que se predique del ser humano, puede relacionarse o con su libertad o
con la de otro ser humano. En este sentido, otras realidades, como la justicia
o la equidad, se encuentran fuera del ser humano, por cuanto todos los seres
humanos podrían actuar sin justicia o equidad, pero nunca todos podrían hacerlo
al mismo tiempo sin libertad. Otra realidad como el sentimiento, interior al
ser humano, guarda con la libertad una relación de identidad humana, por ser también un
constituyente primario de la persona. A pesar de esto, condicionando mediante
la fuerza la libertad, se condiciona el sentimiento, pero no a la inversa:
condicionando el sentimiento, necesariamente no se condiciona la libertad. Esto
es así, porque el sentimiento es más sensible a la experiencia exterior, y la
libertad más sensible al logos.
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