Culpas de bellos cuerpos

El daño que creo que causo con mis acciones, se hace siempre más pequeño, más reducido y más insignificante, que tal, cual desde fuera lo observarán los demás. Uno mismo siempre piensa y cree que el daño que causa se circunscribe a los hechos que tenías contemplados, o como mucho, a los que una vez producido, pueda alcanzar a percibir. Pero las consecuencias siempre se escapan a mi alcance consciente, siempre; y la lucha por jamás reconocer el alcance de esa culpa, no vista ni prevista, se hace egoísta y particular: a pesar de que igualmente merece todo el reproche. Unos a otros mediante la educación, encontramos la respuesta para ampliar las miras del cuidado respecto de estas culpas de bellos cuerpos.

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