Liderazgo democrático (III)

¿Quién debe salvar a los que se hunden? Es inconcebible que nadie en su sano juicio acepte viajar en una sociedad que reparta las cargas y beneficios tan desigualmente, destinándose a los líderes y dirigentes tantísima proporción como la que conocemos. ¿Carecerán de sano juicio los pobres perjudicados? Más cierto será que los líderes fomentan la desigualdad y ganan en el uso de la fuerza, de la violencia, del abuso, de la mentira o de la propiedad. Si se respetasen las condiciones de paz y concordia que exige un Estado igualitario, es bastante improbable que el reparto de los esfuerzos y sus resultados, se realizase con tanto daño para los pobres. Es inconcebible un pacto para viajar juntos en el que los riesgos de la economía, los riesgos del trabajo, los riesgos de la alimentación y bienestar esenciales o los riesgos de la prosperidad, corran siempre del lado contrario al de los líderes ¿Se trata de gente mejor y no lo recoge la Constitución? Sin embargo tienen legitimidad: pero se debería decir, que el líder democrático es al voto, como el líder del antiguo régimen era a la gracia de (su)Dios. En ambos casos se viene a ocultar una verdad: que aunque elegidos, tienen la misma calidad de obligaciones y derechos en el viaje, pero con distinto contenido cada cual: ¿Y el líder no deberá salvar al que se hunde?

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